Acueducto de Segovia: curiosidades y datos

Acueducto de Segovia: curiosidades que lo convierten en un milagro de piedra



La primera vez que vi el acueducto de Segovia, me quedé literalmente sin palabras. Era un día frío de enero, el cielo de Castilla completamente azul y el aire olía a leña quemada y pan recién horneado. Venía caminando desde la estación, y de repente, al girar una esquina... ahí estaba. Majestuoso. Silencioso. Inmenso. Un esqueleto de piedra que parecía sostener el cielo mismo.


Un prodigio sin cemento



Lo que más me impactó no fue su altura —aunque esos más de 28 metros en su parte más alta imponen respeto—, sino su precisión milimétrica. Más de 160 arcos de granito, ensamblados sin argamasa, solo piedra sobre piedra, desafiando siglos de historia, nevadas, guerras, turistas y palomas. Me acerqué tanto que pude tocarlo, sentir su superficie rugosa, erosionada por el viento. Era como tocar la espalda de un anciano sabio.

Este acueducto romano es una joya de la ingeniería antigua. Construido en el siglo I d.C., fue diseñado para transportar agua desde la sierra de Guadarrama hasta la ciudad, a más de 15 kilómetros de distancia. Su sistema de captación, decantación y transporte es una lección viva de cómo los romanos dominaban la física sin recurrir a maquinaria moderna.


El diablo y la última piedra



Mientras esperaba para comprar un bollo de ponche, una señora segoviana me contó la leyenda más famosa del acueducto: una joven agotada de subir agua desde el río hizo un pacto con el diablo para que le construyera una solución. Él aceptó, pero justo cuando iba a poner la última piedra, salió el sol… y se fastidió su obra. Por eso el último hueco del acueducto no tiene canal. Sonreí. Me encantan esas leyendas que mezclan lo divino y lo cotidiano.


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De acueducto a carretera



Aprendí también que el acueducto funcionó hasta bien entrado el siglo XIX. Es impresionante pensar que durante más de 1800 años llevó agua potable a Segovia. Y lo más curioso para mí fue descubrir que hasta el siglo XX pasaban coches bajo los arcos. ¡Coches! Hoy es impensable. Pero entonces, esa convivencia entre la historia milenaria y la vida cotidiana me pareció profundamente española. Esa manera que tiene este país de vivir entre ruinas gloriosas sin hacer mucho ruido al respecto.


Curiosidades que quizás no sabías


  • El acueducto tiene 167 arcos visibles y más de 24.000 bloques de granito.
  • La parte más famosa es la que atraviesa la Plaza del Azoguejo, donde alcanza su mayor altura.
  • No se utilizó ningún tipo de cemento o argamasa en su construcción.
  • Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985.
  • En algunas de sus piedras aún se pueden ver marcas de los canteros romanos.


Un símbolo vivo de Segovia


Esa noche, cenando un cochinillo crujiente en un mesón cercano, alcé la copa de vino tinto hacia la ventana desde donde aún se veían algunos arcos iluminados, y pensé: si alguna vez me pierdo, que me busquen en Segovia, mirando el acueducto y preguntándome cómo demonios lo hicieron sin grúas.

Porque hay lugares que son patrimonio... y otros, como este, que son milagros en piedra.

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