Monasterio Santa Maria del Parral

Monasterio de Santa María del Parral: el retiro secreto de Segovia


No muchos turistas llegan al Monasterio de Santa María del Parral. Y eso, sinceramente, me parece un regalo para los que sí lo descubrimos. Recuerdo que ese día el cielo estaba cubierto y el aire traía ese aroma fresco a tierra húmeda. Bajé caminando desde el Alcázar por el camino del Eresma, entre álamos y ruiseñores, con el rumor del agua acompañándome como un mantra. Fue uno de esos paseos que te limpian por dentro.


Un refugio para el alma en la orilla del Eresma


Y entonces apareció, al otro lado del río, casi escondido entre la vegetación y el silencio: el Monasterio del Parral. La entrada a este monasterio jerónimo data de 1447, bajo el patrocinio de Enrique IV y Juan Pacheco, Marqués de Villena. Se alza extramuros de Segovia, en un valle rodeado de agua y naturaleza. Su fachada sobria me dio la sensación de haber cruzado un umbral invisible: de la ciudad al recogimiento, del ruido al silencio.


Silencio vivo y guía pausado


Entré sin saber muy bien qué esperar. Me recibió un monje jerónimo, amable y sereno, que me ofreció una visita guiada. Caminamos en silencio buena parte del tiempo. Solo sus palabras y el sonido de nuestros pasos sobre la piedra. El espíritu vivo del lugar me dejó claro que este monasterio no es un museo, sino un espacio espiritual en uso.


Un claustro para la calma y la contemplación


El claustro gótico, con toques mudéjares y platerescos, me dejó sin aliento. Cada columna y detalle parecía estar ahí no para impresionar, sino para meditar. Me contó el monje que aún viven allí unos pocos hermanos dedicados al rezo, al estudio y a la contemplación. Y entonces entendí que el monasterio es un claustro vivo, como un jardín espiritual.


Arte sacro: iglesia, retablo y sepulcros


Visitamos la iglesia de estilo gótico con influencias renacentistas. Destacan el retablo mayor de Juan Rodríguez y Jerónimo Pellicer (1528), flanqueado por sepulcros en alabastro de los Villena. Los sepulcros de Juan Pacheco y María de Portocarrero combinan arte religioso y familiar en una declaración de poder espiritual y laico del lugar.


Paz en la orilla del río


Sali diferente. Más ligero. Me senté un rato junto al Eresma, con el monasterio a mi espalda y el agua fluyendo. Pensé que tal vez eso era lo que buscaban los jerónimos: un lugar donde el alma pudiera escuchar. El camino ribereño y el entorno de álamos amplifican esa sensación de retiro.


Recomendaciones para la visita


  • Llega caminando desde el Alcázar, disfruta del sendero y el entorno.
  • Entra sin prisa. El lugar requiere tiempo, silencio y respeto.
  • Mejor si está vacía, para poder vivir la experiencia en intimidad.
  • Visítala al atardecer, cuando la luz baja transforma la piedra en misterio.


Mi recomendación: ve sin expectativas. Sin cámara si puedes. Camina desde el Alcázar por el sendero del río. Escucha el silencio. Si tienes la suerte de coincidir con uno de los monjes, escucha sus palabras con humildad. Y, sobre todo, quédate un rato solo en el claustro. Allí, entre los muros del Parral, el tiempo se vuelve un suspiro que sana.

El Monasterio de Santa María del Parral no es solo un lugar: es un refugio espiritual, una joya escondida entre colinas, y un recordatorio de que el verdadero viaje, a veces, empieza cuando dejamos de hablar.

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