Millones de especímenes que narran la historia de la evolución de la vida en la Tierra.
Uno de los lugares preferidos por las familias, donde los dinosaurios vuelven a la vida, la tierra tiembla por un terremoto y los animalitos hacen estremecer.
Vigilando el esqueleto de Diplodocus que preside el Central Hall, se encuentra la estatua de mármol de Charles Darwin. Coincidiendo con el 150º aniversario de su teoría de la evolución, se inauguró el Centro Darwin, en el 2009. este edificio de ocho plantas de vidrio y acero es la ampliación más interesante del museo desde 1881 y presume de tener las más novedosas exhibiciones, donde los visitantes pueden ver el trabajo de los científicos en sus laboratorios.
Para no perderte por este inmenso museo, sigue el código de colores. El naranja está dedicado a Darwin, con una salida al jardín de la vida salvaje exterior (abr-oct). El azul versa por completo sobre los dinosaurios y los mamíferos; mientras que el verde abarca las aves, los insectos, los fósiles y los minerales. Hay otro homenaje a Darwin, llamado Árbol, una obra inspirada en el diagrama del “árbol de la vida” de Darwin. El antiguo Museo Geológico, ahora en la zona roja, trata sobre el planeta.
Aunque los dinosaurios encabezan la lista de lo que quieren ver todos los niños hay otros pesos pesados. Una maqueta de una ballena azul de 28 m, junto a un esqueleto real de 25m. También se encuentran los escalofriantes insectos de la exposición Creepy Crawlies. Al parecer, a los científicos les gustan los insectos y fósiles. De hecho, la colección de insectos fósiles incluye el Rhyniognatha hirsti, el insecto fósil más antiguo del mundo, que data de hace 400 millones de años.
La sección de biología humana es fascinante, con sus explicaciones de cómo funciona el cuerpo. Y todo esto se encuentra en el edificio con aire de catedral neogótica de 1880, con su extraordinario enladrillado, sus esculturas y tallas. Hay visitas guiadas periódicas, y para los niños, itinerarios con mochilas y folletos.