Casa de los Picos
La Casa de los Picos, un capricho de piedra en Segovia
Recuerdo la primera vez que camié por la calle Juan Bravo en Segovia como si fuera ayer. Era una tarde clara de otoño, con ese sol tibio que da sombra sin apagar la calidez. El empedrado resonaba bajo mis pasos mientras subía la calle y, de pronto, ahí estaba: la Casa de los Picos. No pude evitar frenar en seco. Fue como si alguien hubiera incrustado una joya gótica con alma de fortaleza en mitad de una ciudad medieval.
Lo primero que me golpeó fue su textura. Esa fachada con más de 600 picos de granito tallado parece una coraza. Como si la casa se defendiera del paso del tiempo o de los enemigos invisibles de la historia. Me acerqué y pasé la mano por uno de los picos. Estaba frío, como una piedra de río, y rugoso como la piel de un dragón. Me impresionó la simetría casi marcial de esas protuberancias. No hay ninguna exactamente igual, y sin embargo forman una unidad perfecta.
Historia y orígenes: de fortaleza a palacio renacentista
La Casa de los Picos es uno de los monumentos más emblemáticos de Segovia. Fue construida en el siglo XV por mandato de Pedro López de Ayala, regidor de la ciudad. En sus inicios funcionaba como casa-fuerte, lo que explica su aspecto de fortaleza urbana. Posteriormente, en el siglo XVI, Juan de la Hoz la adquirió y mandó remodelar su interior para dotarla de elementos renacentistas, especialmente visibles en el patio.
La intervención de Juan de la Hoz y los López de Ayala
Los López de Ayala eran una familia de origen judeoconverso, lo cual marcó parte de la historia del edificio. Una guía local me contó que el escudo que hay en la fachada no es el original. Fue “modificado” para disimular los orígenes judeoconversos de la familia que la mandó construir. La historia de la Casa de los Picos no está solo en su fachada puntiaguda, sino en las capas de identidad, ocultamiento y reinvención que esconde. Como tantos lugares en Castilla, es un libro de piedra que habla si sabes escucharlo.
Fachada de puntas de diamante: símbolos de poder y protección
La fachada, revestida con 617 bloques de granito en forma de punta de diamante, es su sello distintivo. Estas puntas no solo cumplían una función decorativa sino también simbólica: disuadir a enemigos, mostrar poder y riqueza, y según cuentan, ahuyentar malos espíritus. Un señor mayor que pasaba, al ver mi cara de asombro, me dijo con una sonrisa: “Esos picos eran para disuadir a los enemigos y a los malos espíritus… o quizá para presumir riqueza. En Segovia nunca se sabe”. Me guiñó un ojo y siguió caminando.
Patio interior renacentista: armonía y contraste
Entré. Ahora es una escuela de arte y, como buen curioso, me colé en una de las exposiciones temporales. Dentro, el contraste era radical: una mezcla de modernidad y tradición. El patio interior, con sus arcos y columnas renacentistas, es de una belleza serena. La piedra aquí ya no intimida, acaricia. Y los estudiantes, con sus cuadernos y manchas de tinta, le daban vida a un edificio que podría haberse quedado congelado en el siglo XV.
Leyendas y curiosidades: escudo modificado y tesoros ocultos
Una de las leyendas más comentadas es la del escudo familiar falsificado. También se dice que bajo sus cimientos hay pasadizos secretos que conectaban con otras casas nobiliarias. Aunque no esté comprobado, alimenta la magia del lugar. Además, el diseño asimétrico de sus picos es otro de los enigmas: ninguno es igual al otro.
Uso actual: escuela de arte y exposiciones vivas
La Casa de los Picos alberga hoy la Escuela de Arte de Segovia. Sus aulas y salones acogen talleres, exposiciones temporales y actividades culturales. Es un espacio donde lo antiguo y lo moderno dialogan constantemente. Los visitantes pueden acceder libremente al patio, y a veces incluso a las exposiciones.
Consejos útiles para visitar: horarios, accesos y entorno
Ubicada en plena calle Juan Bravo, una de las arterias históricas de la ciudad, la Casa de los Picos es de fácil acceso a pie. No tiene coste de entrada salvo para algunas exposiciones. Abre en horario escolar y, ocasionalmente, fines de semana. Su entorno está lleno de tiendas de artesanía, bares típicos y otros monumentos como la Plaza de Medina del Campo o la iglesia de San Martín.
Razones personales para emocionarse al verla
Al salir, la calle Juan Bravo seguía viva. Unos niños jugaban cerca, una pareja se hacía selfies frente a la fachada y una señora discutía con su nieto sobre si ese edificio “siempre había estado allí”. Me fui con una sonrisa y una foto desenfocada, pero con la sensación de haber tocado una esquina de la historia española con los dedos.
Si vas a Segovia, no pases de largo. Ponte frente a la Casa de los Picos y pregúntate: ¿qué quiso decir quien la mandó construir? Y deja que las piedras te susurren la respuesta.
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