Plaza de la Concordia

La Plaza de la Concordia es uno de los espacios más emblemáticos y cargados de historia de París. Situada entre los Campos Elíseos y el Jardín de las Tullerías, esta explanada monumental ha sido escenario de revoluciones, celebraciones y transformaciones. Es una plaza que no solo se observa, se respira. Y que, como pocas en la ciudad, te permite tocar el pasado con la mirada puesta en el horizonte.


Un paseo a través del tiempo


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Llegar a la Plaza de la Concordia es como abrir un libro de historia en mitad de una avenida. Yo venía caminando desde el Jardín de las Tullerías, con los pies algo cansados pero el alma curiosa. El sol caía a plomo y la ciudad vibraba con ese murmullo constante de coches, pasos, risas lejanas y el silbido del viento entre los árboles. Y de pronto, ahí estaba: inmensa, abierta, con el Obelisco de Luxor como aguja de oro clavada en el corazón de París.


Historia de la Plaza de la Concordia


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Diseñada en el siglo XVIII por Jacques-Ange Gabriel, esta plaza fue inicialmente llamada Plaza Luis XV, para rendir homenaje al monarca. Pero durante la Revolución Francesa, cambió su nombre y su destino: se convirtió en la Plaza de la Revolución, y fue aquí donde se instaló la guillotina.

Figuras como Luis XVI, María Antonieta y Robespierre fueron ejecutadas aquí. Tras los tumultos, la plaza recibió su nombre actual como símbolo de reconciliación nacional: Concordia.

Me detuve frente al Obelisco —aún me cuesta creer que ese monumento egipcio tenga más de 3.000 años y esté plantado ahí, en medio de Europa— y traté de imaginar los días en que la guillotina se levantaba en ese mismo sitio. Me dio un escalofrío.


Qué ver en la Plaza de la Concordia


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  • Obelisco de Luxor: regalo de Egipto en 1831, tiene jeroglíficos que narran la historia de Ramsés II.
  • Fuentes de la Plaza: la Fuente de los Mares y la Fuente de los Ríos, diseñadas en el siglo XIX.
  • Estatuas alegóricas: representan las principales ciudades de Francia.
  • Vistas panorámicas: hacia el Arco del Triunfo, el Louvre, la Madeleine y el Sena.


Lo que me impresionó fue su escala. Es tan grande que uno se siente pequeño, pero no en un mal sentido. Es como si la ciudad te invitara a detenerte y mirar. Es un cruce de poder, belleza y símbolos que marean un poco.


Una belleza melancólica


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Sentí una mezcla extraña: la belleza de la plaza es indiscutible, pero su pasado la envuelve en una melancolía sutil. Es como caminar por un teatro donde el drama ya ha pasado, pero el telón nunca termina de cerrarse.

Lo que me gustó: el horizonte. Desde Concordia puedes ver algunos de los ejes más importantes de París. Es un punto ideal para orientarte en la ciudad y entender cómo está organizada. Además, no suele estar tan llena de turistas como uno imaginaría.


Cómo llegar


  • Metro Concorde (líneas 1, 8 y 12)
  • A pie desde los Campos Elíseos, Jardines de las Tullerías o el Sena


Lo que no me gustó


Es una plaza que impone. Es tan monumental que puede parecer fría si no sabes todo lo que encierra. Y cruzarla a pie puede ser incómodo por el tráfico. ¡Cuidado con los pasos de cebra, no siempre los respetan!


Consejo viajero: el atardecer en Concordia


Mi consejo: visita la plaza al atardecer. Ver cómo el sol cae sobre la fuente y tiñe de dorado el Obelisco es algo mágico. Y si puedes, cruza el puente hacia el Museo de Orsay o súbete a la noria gigante que a veces instalan en Navidad: la vista desde arriba es de otro mundo.


La Plaza de la Concordia no es una plaza para sentarse a descansar. Es una plaza para sentir, para recordar, para observar cómo el París antiguo y el moderno se dan la mano. Es una plaza que no busca gustarte, pero termina conquistándote.

Experiencias en París