Iglesias en París
París no solo se admira: se escucha, se respira y, a veces, se reza.
Recorrer sus iglesias es entrar en otro ritmo del tiempo. Lo descubrí la primera vez que crucé la puerta de Notre Dame, una tarde de otoño en la que el aire olía a piedra húmeda y cera encendida. Afuera, los músicos tocaban Ave Maria y, dentro, la ciudad entera parecía guardar silencio. Desde entonces, supe que las iglesias de París no son solo monumentos: son ecos de piedra y luz, guardianes de la historia y del alma de la ciudad.
Catedral de Notre Dame: el corazón espiritual de París
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La Catedral de Notre Dame sigue siendo, incluso herida, el emblema espiritual de París. Aún recuerdo la primera vez que subí a sus torres: los gárgolas me observaban como guardianes antiguos mientras la ciudad se extendía bajo mis pies como un tapiz de sueños.
El interior me envolvió con ese olor inconfundible —mezcla de cera, incienso y siglos vividos— y, por primera vez, recé. No a un dios concreto, sino al silencio.
Hoy, tras el incendio y los trabajos de restauración, sigue siendo visita imprescindible. Está situada en la Île de la Cité, el corazón histórico de la capital, y abrirá nuevamente al público a finales de 2025.
Mi consejo: visítala temprano, cuando la luz atraviesa las vidrieras y el murmullo del Sena se filtra entre las columnas.
Historia y contexto
La Catedral de Notre Dame de París es uno de los monumentos más icónicos y simbólicos no solo de la capital francesa, sino de toda Europa. Situada en la Île de la Cité, su historia se remonta al siglo XII, cuando el obispo Maurice de Sully ordenó su construcción en 1163 sobre los restos de antiguos templos romanos.
Durante casi dos siglos, generaciones de artesanos y canteros trabajaron en esta obra maestra del gótico francés, que fue consagrada en 1345. A lo largo de su historia, Notre Dame ha sido escenario de coronaciones, revoluciones y renacimientos: aquí fue coronado Napoleón Bonaparte en 1804, y aquí se celebraron funerales de Estado y acontecimientos nacionales de Francia.
La catedral sobrevivió a guerras y revoluciones, pero el incendio del 15 de abril de 2019 marcó uno de los momentos más dolorosos de su historia reciente. Desde entonces, se ha emprendido una impresionante restauración, con la reapertura prevista para 2024, coincidiendo con los Juegos Olímpicos de París.
Arquitectura y arte
Notre Dame es el más puro ejemplo del gótico temprano y radiante, con una arquitectura pensada para elevar el espíritu a través de la luz y la verticalidad. Su fachada occidental es una composición perfecta de equilibrio y simbolismo: tres portadas esculpidas, el rosetón central de 10 metros de diámetro y las dos torres que se alzan 69 metros sobre el Sena.
En su interior, la catedral impresiona por su amplitud y la serenidad de su nave de cinco tramos, iluminada por vidrieras que filtran la luz en tonos azul y carmesí. Las gárgolas y quimeras, además de cumplir funciones de desagüe, se convirtieron en guardianas míticas del edificio y protagonistas de la literatura romántica, especialmente tras la publicación de Nuestra Señora de París de Victor Hugo en 1831, obra que salvó al templo del abandono.
Entre sus tesoros más preciados destacan:
- La Corona de Espinas de Cristo, una de las reliquias más veneradas del cristianismo.
- El Gran Órgano, con más de 8.000 tubos.
- El Triforio y los rosetones norte y sur, joyas del arte medieval.
Qué ver y hacer durante la visita
Visitar Notre Dame es adentrarse en el corazón espiritual e histórico de París.
- Admirar la fachada principal, una lección de teología esculpida en piedra.
- Entrar en la nave central, donde la luz y la altura crean una atmósfera sobrecogedora.
- Contemplar los rosetones del transepto, considerados entre los más bellos del mundo.
- Subir a las torres, donde se obtiene una vista panorámica inolvidable de la ciudad (disponible tras la reapertura).
- Recorrer la plaza Jean-Paul II, donde se encuentra el “kilómetro cero” de Francia, el punto desde el cual se miden todas las distancias del país.
Consejos prácticos para la visita
- Ubicación: Île de la Cité, 4º arrondissement.
- Cómo llegar: metro Cité (línea 4) o Saint-Michel (líneas 4 y RER B/C).
- Horario: reabre en diciembre de 2024, con acceso diario de 8:00 a 18:45 (hasta las 19:15 los fines de semana).
- Entrada: gratuita para la catedral; las torres y la cripta arqueológica son de pago.
- Duración recomendada: entre 1,5 y 2 horas.
- Mejor momento: primera hora de la mañana o al atardecer, cuando la luz resalta la piedra caliza dorada.
- Consejo personal: acércate de noche, cuando su fachada iluminada se refleja en el Sena; es un momento de silencio y belleza que muestra a Notre Dame en toda su espiritualidad.
Sainte-Chapelle: donde el color se convierte en oración
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Nada me preparó para lo que sentí al entrar en la Sainte-Chapelle. Subí una estrecha escalera de caracol, sin grandes expectativas… y, de pronto, me encontré dentro de un vitral. Los colores te envuelven como una sinfonía de luz: azules que parecen venidos del mar, rojos que arden como brasas antiguas, dorados que parecen reflejar el alma del sol.
Construida en el siglo XIII para guardar las reliquias de Cristo, es una joya del gótico radiante. Si puedes, visítala por la mañana (entre las 10:00 y las 11:00), cuando la luz atraviesa las vidrieras con más fuerza.
Historia y contexto
La Sainte-Chapelle es una de las obras maestras más sublimes del gótico radiante francés, una joya espiritual y artística que parece hecha de luz. Fue mandada construir por Luis IX de Francia (San Luis) entre 1242 y 1248 para albergar las reliquias de la Pasión de Cristo, entre ellas la Corona de Espinas, que el monarca había adquirido por una suma colosal de 135.000 libras de oro, más del triple de lo que costó edificar la capilla.
Situada en el corazón de la Île de la Cité, dentro del antiguo Palacio Real de la Cité, la Sainte-Chapelle fue concebida como capilla palatina, destinada al culto privado del rey y su corte. Desde el siglo XIV, el edificio ha sobrevivido a incendios, revoluciones y restauraciones, y hoy es uno de los espacios más espectaculares de Europa, considerado una cumbre del arte medieval.
Arquitectura y arte
La Sainte-Chapelle es una obra de arte total, donde la arquitectura desaparece para dar paso a la luz. Con una altura de 42 metros, su estructura parece una caja de vidrio suspendida en piedra, gracias a sus 15 vidrieras monumentales que cubren más de 600 metros cuadrados y representan más de 1.100 escenas bíblicas, desde el Génesis hasta la Resurrección.
El edificio se compone de dos capillas superpuestas:
- La capilla baja, dedicada al personal del palacio, es un espacio íntimo y oscuro, sostenido por columnas polícromas y bóvedas azules salpicadas de estrellas doradas.
- La capilla alta, reservada al rey y su familia, es un estallido de color y luz. Las vidrieras originales del siglo XIII crean un efecto místico único, bañando el interior en tonos rojos, azules y dorados.
Entre sus elementos más notables destacan el rosetón occidental, añadido en el siglo XV, y el relicario dorado que en su día custodió las reliquias de Cristo.
Qué ver y hacer durante la visita
Visitar la Sainte-Chapelle es una experiencia sensorial y espiritual:
- Admirar la capilla alta, donde la luz del mediodía transforma el espacio en una catedral de colores flotantes.
- Recorrer las vidrieras y detenerse en los detalles narrativos que cuentan historias bíblicas con una precisión y belleza incomparables.
- Observar los capiteles pintados, el rosetón gótico flamígero y las bóvedas policromadas.
- Descubrir la capilla baja, un espacio de recogimiento que contrasta con la luminosidad superior.
- Asistir a uno de los conciertos de música clásica
Basílica del Sagrado Corazón: fe y mirador sobre Montmartre
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La Basílica del Sagrado Corazón, o Sacré-Cœur, domina París desde lo alto de Montmartre, ese barrio bohemio donde el arte y la devoción se dan la mano.
Subir sus escaleras es una experiencia en sí misma: cada peldaño parece elevarte tanto en altura como en espíritu.
Dentro, el mosaico de Cristo en majestad —uno de los más grandes del mundo— brilla bajo la cúpula blanca mientras un silencio reverente se impone al bullicio exterior.
Desde su explanada, las vistas de la ciudad son sencillamente inolvidables. Pero lo más poderoso ocurre dentro: la oración perpetua que se mantiene día y noche desde 1885.
Mi recomendación: acércate al atardecer, cuando la cúpula se tiñe de rosa y el aire huele a pan recién hecho de las boulangeries del barrio.
Historia y contexto
La Basílica del Sagrado Corazón, situada en la cima de la colina de Montmartre, es uno de los monumentos más reconocibles y espirituales de París. Su construcción comenzó en 1875, tras la guerra franco-prusiana, y fue concebida como un acto de fe y expiación nacional.
El proyecto nació como un voto religioso: tras la derrota de 1870 y la sangrienta Comuna de París, los católicos franceses quisieron levantar un santuario dedicado al Sagrado Corazón de Jesús como símbolo de esperanza, reconciliación y redención para el país.
Diseñada por el arquitecto Paul Abadie, la basílica fue consagrada en 1919, justo después de la Primera Guerra Mundial. Desde entonces, se ha convertido en un faro espiritual que domina el horizonte parisino y en uno de los destinos más visitados del mundo.
Arquitectura y arte
El Sagrado Corazón de Montmartre es una obra maestra del estilo romano-bizantino, muy diferente de las catedrales góticas parisinas como Notre Dame o Sainte-Chapelle. Su fachada blanca, construida en piedra travertina de Château-Landon, conserva su luminosidad gracias al carbonato de calcio que libera naturalmente con la lluvia, manteniendo el edificio inmaculado a lo largo del tiempo.
La basílica está coronada por una cúpula central de 83 metros de altura, desde la cual se obtiene una de las mejores vistas panorámicas de París. En el interior, destaca el monumental mosaico del ábside, uno de los más grandes del mundo, que representa a Cristo con los brazos abiertos, bajo el título de Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat.
El conjunto se completa con su cripta, el campanario de 19 toneladas —que alberga la campana “La Savoyarde”, una de las más pesadas del mundo— y su arquitectura de cúpulas, arcos y líneas redondeadas que evocan las basílicas orientales.
Qué ver y hacer durante la visita
La visita a la Basílica del Sagrado Corazón combina arte, historia y espiritualidad, pero también una de las vistas más icónicas de París:
- Subir los 300 escalones hasta la cúpula, desde donde se domina toda la ciudad, desde la Torre Eiffel hasta Notre Dame.
- Admirar el mosaico del ábside, una obra maestra del arte religioso moderno.
- Visitar la cripta subterránea, donde se respira un ambiente de recogimiento.
- Pasear por la escalinata exterior y disfrutar del ambiente animado de Montmartre, con artistas, músicos y panorámicas inolvidables.
- Asistir a una misa o a un momento de adoración, ya que la basílica mantiene adoración perpetua desde 1885.
Consejos prácticos para la visita
- Ubicación: 35 Rue du Chevalier-de-la-Barre, 18º arrondissement (Montmartre).
- Cómo llegar: metro Anvers (línea 2) o Abbesses (línea 12); también se puede subir con el funicular de Montmartre (billete de metro válido).
- Horario: abierto todos los días, de 6:00 a 22:30; acceso a la cúpula de 8:30 a 20:00 (verano) y hasta las 17:00 (invierno).
- Entrada: gratuita para la basílica; la cúpula y la cripta son de pago.
- Duración recomendada: entre 1 y 2 horas.
- Mejor momento: al atardecer, cuando la piedra blanca del templo se tiñe de dorado y la ciudad brilla bajo tus pies.
- Consejo personal: sube por las calles del barrio de Montmartre y detente en la Place du Tertre; llegar al Sagrado Corazón caminando entre artistas y cafeterías bohemias es una experiencia tan parisina como el propio monumento.
Saint-Sulpice: columnas, misterios y música celestial

Entre el bullicio del barrio de Saint-Germain-des-Prés se alza la Iglesia de Saint-Sulpice, monumental y solemne. Sus columnas parecen tocar el cielo y su órgano es, literalmente, una criatura viva.
Recuerdo haber escuchado un ensayo de música sacra en un templo parisino, y esa vibración que atraviesa el pecho la reviví aquí: es como si el aire mismo se convirtiera en sonido.
Saint-Sulpice guarda secretos: el famoso meridiano solar, la obra del pintor Delacroix y un aire de misterio que inspiró incluso a “El Código Da Vinci”.
Mi consejo: acércate a uno de sus conciertos gratuitos los domingos por la tarde. No hace falta entender el idioma para comprender la emoción.
Historia y contexto
La Iglesia de Saint-Sulpice es una de las más grandes y majestuosas de París, y un verdadero tesoro del arte religioso barroco francés. Situada en el 6º arrondissement, en pleno barrio de Saint-Germain-des-Prés, comenzó a construirse en 1646 sobre los restos de una antigua capilla medieval. Su construcción se prolongó durante más de 130 años, debido a interrupciones políticas, financieras y artísticas, lo que explica la mezcla de estilos que hoy se aprecian en su arquitectura.
Su nombre honra a San Sulpicio el Piadoso, obispo de Bourges en el siglo VII, y durante siglos fue un importante centro de culto y de vida parroquial. En el siglo XVIII se convirtió en una de las iglesias más ricas de París, y durante la Revolución Francesa fue temporalmente desacralizada y transformada en “Templo de la Victoria”.
Hoy, Saint-Sulpice conserva su papel religioso, pero también ha ganado fama internacional por su aparición en la novela El Código Da Vinci de Dan Brown, que atrajo a miles de visitantes curiosos por sus misterios y símbolos.
Arquitectura y arte
La Iglesia de Saint-Sulpice es una obra maestra del barroco francés, caracterizada por su monumentalidad, equilibrio y riqueza decorativa. Su fachada, diseñada por Giovanni Servandoni, destaca por sus dos torres asimétricas, un detalle que nunca se corrigió y que da al templo una personalidad única.
En el interior, de proporciones colosales (113 metros de largo y 58 de alto), destaca su luminosidad y amplitud. Entre sus elementos artísticos más importantes se encuentran:
- Las pinturas murales de Eugène Delacroix, especialmente La lucha de Jacob con el ángel en la Capilla de los Santos Ángeles.
- La línea del gnomon, una meridiana astronómica instalada en el siglo XVIII para determinar los solsticios y la hora solar.
- El gran órgano de Cavaillé-Coll, considerado uno de los más notables del mundo, con más de 6.500 tubos.
Cada domingo, organistas de renombre internacional interpretan conciertos gratuitos que llenan el templo con un sonido majestuoso.
Qué ver y hacer durante la visita
La visita a Saint-Sulpice combina arte, ciencia y espiritualidad:
- Observar las pinturas de Delacroix y su fuerza expresiva.
- Seguir la línea del gnomon hasta el obelisco que marca el mediodía solar.
- Escuchar un concierto de órgano o una misa acompañada por música sacra.
- Disfrutar del ambiente relajado de la Place Saint-Sulpice, rodeada de librerías, cafés y fuentes decorativas.
- Admirar el Fountain de Saint-Sulpice, frente a la iglesia, con esculturas de obispos franceses.
Consejos prácticos para la visita
- Ubicación: 2 Rue Palatine, 6º arrondissement, cerca de los Jardines de Luxemburgo.
- Cómo llegar: metro Saint-Sulpice (línea 4) o Mabillon (línea 10).
- Horario: abierto todos los días, de 8:00 a 19:30.
- Entrada: gratuita.
- Duración recomendada: entre 45 minutos y 1 hora.
- Mejor momento: los domingos por la mañana o a media tarde, cuando hay conciertos de órgano y el interior se ilumina con la luz natural.
- Consejo personal: entra desde la Plaza Saint-Sulpice y observa la fachada al atardecer: la piedra dorada y la fuente monumental crean una de las estampas más elegantes del París clásico.
La Madeleine: el templo que confundió a Napoleón

Al entrar en La Madeleine, uno duda de estar en una iglesia. Su fachada parece la de un templo romano: columnas corintias, frisos, mármol. Napoleón la imaginó primero como un templo a su gloria, pero terminó siendo un santuario católico.
Recuerdo haber entrado un domingo y sentirme diminuto bajo aquella bóveda monumental. Sonaba una misa cantada, y la acústica era tan perfecta que cada nota parecía flotar. No entendía el sermón, pero comprendí la emoción.
La Madeleine representa ese otro rostro de París: el de la grandeza clásica, sobria y monumental.
Historia y contexto
La Iglesia de La Madeleine es uno de los monumentos más singulares y majestuosos de París, tanto por su imponente presencia como por su historia llena de giros. Situada en el corazón del 8º arrondissement, entre la Plaza de la Concordia y la Ópera Garnier, esta iglesia se alza como un auténtico templo clásico, más parecido a un edificio romano que a una iglesia tradicional.
Su origen se remonta a 1764, cuando el rey Luis XV ordenó construir un templo dedicado a Santa María Magdalena en agradecimiento por su recuperación de una enfermedad. Sin embargo, las obras se interrumpieron durante la Revolución Francesa, y el edificio cambió varias veces de destino: Napoleón Bonaparte quiso transformarlo en un Templo a la Gloria del Ejército Francés, mientras que otros propusieron convertirlo en una estación de tren o incluso en una biblioteca nacional.
Finalmente, en 1842, bajo el reinado de Luis Felipe, el edificio fue consagrado como iglesia católica dedicada a María Magdalena. Desde entonces, La Madeleine se ha convertido en un símbolo del eclecticismo y de la historia cambiante de París.
Arquitectura y arte
La Iglesia de La Madeleine es una obra maestra del neoclasicismo francés, diseñada por el arquitecto Pierre-Alexandre Vignon. Su aspecto exterior recuerda al Panteón de Roma, con 52 columnas corintias de 20 metros de altura que rodean todo el edificio, lo que le da una monumentalidad única.
El interior, en cambio, revela una riqueza decorativa propia del siglo XIX, con mármoles, dorados y esculturas que evocan el esplendor imperial. Entre sus elementos más destacados:
- El altar principal, coronado por el grupo escultórico El éxtasis de María Magdalena, de Carlo Marochetti.
- El fresco de Ziegler en la cúpula, que representa la historia del cristianismo.
- El gran órgano de Cavaillé-Coll, considerado uno de los más bellos de París, en el que tocaron figuras como Camille Saint-Saëns o Gabriel Fauré.
El conjunto logra un equilibrio entre solemnidad clásica y misticismo religioso, haciendo de La Madeleine un lugar de contemplación y arte.
Qué ver y hacer durante la visita
Visitar La Madeleine es una experiencia que combina arte, historia y espiritualidad:
- Admirar su fachada monumental y las escalinatas que conducen a las enormes puertas de bronce.
- Contemplar el altar mayor y las esculturas neoclásicas que rodean el interior.
- Escuchar un concierto de órgano o música sacra, ya que la iglesia es célebre por su acústica y su programación musical.
- Pasear por los alrededores y disfrutar de las vistas hacia la Plaza de la Concordia.
- Visitar el mercado gastronómico de La Madeleine, que ofrece productos gourmet y delicias francesas justo a pocos pasos del templo.
Consejos prácticos para la visita
- Ubicación: Place de la Madeleine, 8º arrondissement.
- Cómo llegar: metro Madeleine (líneas 8, 12 y 14).
- Horario: abierta todos los días, de 9:30 a 19:00.
- Entrada: gratuita.
- Duración recomendada: entre 45 minutos y 1 hora.
- Mejor momento: al final de la tarde, cuando la luz del sol resalta las columnas de la fachada y el interior se ilumina suavemente.
- Consejo personal: si visitas la iglesia por la mañana, aprovecha para tomar un café en Fauchon o Café Madeleine, dos clásicos parisinos con vistas al templo.
Consejos para visitar las iglesias de París como un viajero con alma
París no se recorre solo con los ojos, sino también con el alma.
Estas son algunas recomendaciones que aprendí después de recorrer decenas de templos:
- Ve temprano o al atardecer: la luz lo cambia todo. Sainte-Chapelle a las 10:00 es mística; a las 15:00, una explosión de color.
- Escucha música sacra siempre que puedas: el órgano de Saint-Eustache es una bestia noble que vibra en el pecho.
- Evita ir solo con la cámara: entra también con el alma abierta. Cada iglesia es una conversación entre lo humano y lo eterno.
Y si quieres vivirlo con contexto histórico y acompañamiento experto, te recomiendo nuestros tours por el arte y la historia de París, pensados para descubrir la ciudad con los cinco sentidos.
Cada iglesia de París me dio algo distinto: un suspiro, un pensamiento, una lágrima.
Algunas son grandiosas, otras humildes, pero todas tienen esa belleza sobria que solo París sabe esconder tras sus muros.
Visitar sus templos no es solo un recorrido arquitectónico: es un viaje interior, un diálogo entre la historia y el alma.
Experiencias en París
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