Barrio Montparnasse

Montparnasse me recibió en un atardecer de septiembre, cuando la luz empieza a volverse líquida y los edificios parecen exhalar historias. Había llegado a París en tren, con la mochila a medio hacer y un cuaderno de tapas duras que apenas comenzaba a llenar. Pero fue al pisar el Boulevard du Montparnasse que sentí, por primera vez, que París no era solo una postal, sino una conversación entre el pasado y el presente, entre el vino y la tinta.


¿Dónde está Montparnasse y qué lo hace especial?



Montparnasse está ubicado en la orilla izquierda del Sena, en el distrito 14 de París. No es el París de los clichés turísticos, sino un espacio donde la historia bohemia del siglo XX se mezcla con la vida local. Es el París de los artistas, de los escritores, de los que vivieron en cuartos pequeños y escribieron en los cafés.

Caminar por sus calles es una experiencia distinta: no está hecha de flashes ni de colas para monumentos, sino de huellas silenciosas. En la Rue de la Gaité, por ejemplo, los teatros siguen abiertos, programando obras de Molière y Beckett en salones que huelen a telón.


Un café, un recuerdo eterno



Entré por casualidad al Café de la Rotonde. Bueno, no fue casualidad. Lo había leído en algún libro viejo y me dije que tenía que sentarme allí, aunque fuera solo para mirar. Pedí un café crème y una copa de Sancerre, y me instalé junto a la ventana. Frente a mí, una pareja discutía en voz baja sobre arte contemporáneo, y detrás, una señora con sombrero rojo escribía postales como si el tiempo no existiera. Me sentí parte de algo más grande, como si Montparnasse me hubiera adoptado por un rato.

En estos cafés también se sentaron Hemingway, Modigliani, Chagall, Sartre o Simone de Beauvoir. Montparnasse fue epicentro de intelectuales, y todavía se respira ese aire reflexivo, entre copa y cigarro imaginario.


Cementerio de Montparnasse: un paseo entre palabras


Uno de los lugares que más me marcó fue el Cementerio de Montparnasse. No es tétrico. Es, más bien, un jardín melancólico donde las palabras descansan. Me detuve largo rato frente a la tumba de Baudelaire. No sé si fue el viento o el silencio, pero algo me apretó el pecho. También están allí las tumbas de Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, juntas, con flores frescas que alguien había dejado esa mañana. Leí unas líneas de La Náusea en voz baja. Y sentí que entendía algo nuevo sobre la existencia, aunque fuera solo por un instante.

Si visitas Montparnasse, este cementerio es una joya silenciosa. Es menos famoso que el Père Lachaise, pero más íntimo y cargado de historia literaria.


La Torre Montparnasse: vistas con contradicción



La Torre Montparnasse es uno de los edificios más controvertidos de París. Con sus 210 metros de altura, es visible desde casi toda la ciudad y muchos parisinos la consideran un error urbanístico. Pero desde su terraza, se obtiene una de las mejores vistas de París: precisamente porque no ves la Torre.

Es el lugar perfecto para entender la geografía parisina y admirar el horizonte sin interrupciones, especialmente al atardecer.


Comer en Montparnasse: bistrós con alma


Por la noche, fui a cenar a un bistró pequeñísimo que encontré sin buscar: Le Petit Littré. Me sirvieron un confit de canard que aún recuerdo con devoción casi religiosa. La camarera, una chica bretona con acento cantado, se rió cuando intenté pronunciar pomme purée sin destruir el idioma. Acabamos hablando del clima, del queso y del hecho de que en París, incluso las discusiones parecen tener guión.

Montparnasse tiene decenas de restaurantes como este: locales, auténticos, sin pretensiones. Desde creperías bretonas hasta bistrós con menús escritos a mano.


Montparnasse, el París que respira bajo el radar



Montparnasse no es una postal para colgar en la nevera. Es más bien una página arrancada de un diario íntimo. Es donde París baja la voz y te susurra historias en las esquinas. Me fui con la sensación de que el barrio no se deja entender del todo, y que eso es parte de su encanto. Como un viejo poeta que sonríe con ironía cuando cree que lo has descubierto.

Si alguna vez estás en París y quieres sentir cómo respira la ciudad cuando nadie la mira, ve a Montparnasse. Y si puedes, siéntate en uno de sus cafés al atardecer. Tal vez, como a mí, te regale una frase, un sabor o una emoción que no habías sentido nunca.

Experiencias en París