Tortillita de camarones en Cádiz: dónde probarla y por qué es poesía crujiente

Tortillita de camarones: poesía crujiente de Cádiz

Hay platos que definen una ciudad. En Cádiz, uno de ellos tiene forma de disco dorado, es delgado como una hoja de luz y suena cuando lo muerdes. Se llama tortillita de camarones y es, probablemente, la tapa más representativa de la Bahía. Un bocado humilde pero glorioso que guarda en su textura la historia, el ingenio y el duende de esta tierra salada.

Un origen entre genoveses y gaditanos

La historia de la tortillita de camarones parece tener raíces mixtas. Algunos estudios señalan la influencia de los comerciantes genoveses que llegaron al puerto de Cádiz y mezclaron su farinata de garbanzos con camarones autóctonos. Lo cierto es que con el tiempo, esta receta se gaditanizó, abrazando ingredientes de la tierra: harina de garbanzo, agua, cebolla, perejil y, por supuesto, camarón de la bahía.

Hay sabores que son como postales comestibles, y para mí, la tortillita de camarones es eso: una crujiente carta de amor escrita por Cádiz en lengua frita.

Cómo se hace una buena tortillita de camarones

La receta no es compleja, pero sí muy técnica. La masa debe quedar líquida pero no aguada. Se mezclan harina de garbanzo y de trigo, cebolla picada muy fina, perejil fresco y camarones crudos enteros. El agua debe estar fría para que al contacto con el aceite caliente se forme ese crujiente mágico.

No era un plato, era una sinfonía de texturas: el borde crocante, el centro más tierno, la harina dándole ese punto ancestral, casi romano. El camarón, minúsculo y entero, parecía todavía susurrar historias del fondo de la bahía.

La fritura es todo un arte: aceite limpio y bien caliente, una sartén amplia y poco producto por tanda. Se fríe hasta que la tortillita queda dorada y crujiente. Es importante que sea fina, casi traslúcida. Pídelas recién fritas, que no vean el microondas ni en sueños.

Dónde comer las mejores tortillitas de camarones en Cádiz

Una parada obligada es Casa Manteca, esa taberna mítica del barrio de La Viña donde el tiempo parece haberse detenido entre fotografías de toreros, jamones colgando y risas que rebotan en las paredes. La barra era de estaño, las paredes olían a historia y el camarero me guiñó un ojo cuando pedí la especialidad.

Era media tarde, y yo caminaba sin rumbo tras una siesta reparadora y una charla con un local que me habló de la tortillita como quien describe a una antigua amante: ligera, salá y difícil de olvidar. Me sirvieron dos tortillitas doradas, finísimas, como si fueran vitrales de camarón. En el primer mordisco entendí todo: era un crujido perfecto, como morder el borde del mar cuando se retira.

Recuerdo que un hombre mayor, sentado a mi lado, levantó su copa de fino y me dijo: "La primera tortillita no se olvida nunca, chaval". Y tenía razón.

Además de Casa Manteca, busca tortillitas en tabernas tradicionales y mercados. El Mercado Central de Abastos es un excelente punto para probarlas recién hechas, servidas en papel y todavía humeantes. Porque en Cádiz, hasta el camarón tiene duende.

Cómo comer una tortillita como un gaditano

Come de pie, junto a la barra o mirando al mar. Acompaña con una copa de manzanilla o una cerveza fría. No uses cubiertos. No esperes vajilla. La tortillita se disfruta con las manos, riéndote con alguien o simplemente dejando que el sol de Cádiz te dé en la cara.

Si me preguntas qué recomiendo: come las tortillitas en La Viña, pero también en pequeñas tabernas de barrio. Búscalas en los mercados, como el de abastos, donde las hacen al momento.

Conclusión: Cádiz en estado crujiente

La tortillita de camarones no es solo una receta. Es una declaración de identidad, un crujido que resume siglos de historia marítima, comercio, mestizaje y arte popular. Es Cádiz servida en plato chico. Ligera, salá y difícil de olvidar.

Y si alguna vez la pruebas, entenderás por qué la primera tortillita no se olvida nunca.