Tren de los Niños Budapest

Hay trenes que son solo medios de transporte, y luego están los trenes que cuentan historias. El Tren de los Niños de Budapest (Gyermekvasút) es de esos segundos. Un ferrocarril real, que serpentea por las colinas de Buda, conducido y atendido casi por completo por niños de entre 10 y 14 años. Una rareza en el mundo, un eco de la historia y, sobre todo, una experiencia conmovedora.

Recuerdo que llegué un día de primavera templado, con los castaños a punto de florecer y el aire oliendo a tierra húmeda. No sabía exactamente qué esperar, pero lo que encontré fue un viaje en el tiempo y un susurro de infancia.


Historia del Gyermekvasút: más que un tren



El ferrocarril de los niños de Budapest nació en 1948 como parte de un proyecto comunista para enseñar disciplina, camaradería y amor por la patria. Lo sorprendente es que, lejos de desaparecer con el paso de los años, sobrevivió como una tradición única en el mundo.

Durante mi trayecto, una mujer mayor me contó que ella misma había formado parte del tren en los años 60. Me mostró una foto en blanco y negro donde aparecía con el uniforme, saludando junto a una locomotora. “We were proud”, me dijo con emoción. Y en ese instante entendí que este tren no es solo un atractivo turístico, sino una memoria viva de Budapest.


La estación y los pequeños ferroviarios



El recorrido comienza en Széchenyi-hegy, en lo alto de una colina de Buda. La estación no parece turística ni grandilocuente: bancos de madera pintados, una campana antigua que alguien hace sonar con entusiasmo, y sobre todo, niños con gorritas rojas y un aire solemne.

Uno revisa los boletos, otro levanta la bandera verde, y otro anuncia con voz firme las estaciones a través del altavoz. No es un juego: se lo toman con absoluta seriedad, como si heredaran una tradición que merece respeto. Verlos en acción es como asistir a una obra de teatro en la que la infancia y la historia se encuentran.


El recorrido en tren: naturaleza y nostalgia



Una vez en marcha, el tren avanza suavemente por los bosques de Normafa y las colinas de Buda. Desde la ventanilla vi pinos altísimos, claros donde familias húngaras hacían pícnics y senderos que desaparecían en la espesura.

El traqueteo era hipnótico. Todo olía a primavera y a leña húmeda. En ese ambiente, los pequeños ferroviarios trabajaban con una disciplina sorprendente, moviéndose como piezas de un engranaje perfecto. No era solo un viaje en tren: era una lección de memoria y orgullo.


Consejos prácticos para visitar el Tren de los Niños



Si quieres vivir esta experiencia, aquí tienes lo esencial:


  • Dónde empieza: estación de Széchenyi-hegy, en las colinas de Buda.
  • Cómo llegar: puedes tomar el tranvía 56A desde el centro hasta Széchenyi-hegy.
  • Horarios: varían según la temporada, por lo que conviene consultar en la web oficial antes de ir.
  • Entradas: se compran en la estación. Los precios son muy accesibles y existe la opción de abonos familiares.
  • Ideal para: familias con niños, amantes de los trenes, viajeros curiosos que buscan experiencias auténticas.
  • Recorrido: va desde Széchenyi-hegy hasta Hűvösvölgy, atravesando unos 11 km de naturaleza.


Yo terminé mi viaje en Hűvösvölgy, sentado en un banco de madera mientras los niños organizaban con precisión la llegada de los vagones. Fue imposible no sonreír ante esa escena.

Para complementar la experiencia, puedes unirte a alguno de nuestros tours en Budapest y descubrir más rincones especiales de la ciudad.


Conclusión: un viaje al corazón de Budapest


El Tren de los Niños de Budapest no es solo una curiosidad turística. Es un espejo de la historia, una mezcla de nostalgia y esperanza, y un recordatorio de que la infancia aún puede tener un lugar en el mundo adulto.

Cuando el silbato sonó y el tren arrancó, tuve la sensación de que el pasado se subía conmigo para seguir avanzando un poco más.

Si visitas Budapest, no te quedes solo con el Danubio o el Parlamento. Súbete al Gyermekvasút, mira a los pequeños ferroviarios a los ojos y déjate llevar por el viento de la infancia que aún sopla en las colinas de Buda.

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